Ahora que han pasado unos días del rechazo de Santiago Sierra al Premio Nacional de Artes Plásticas, en el blog Contraindicaciones han recopilado algunas de las opiniones que se han vertido desde el mundo del arte, y han reproducido un artículo de Martí Manen que intenta “reconducir la discusión”. Recapitulando sobre el NO.
«La coherencia y la incoherencia es el pan de cada día, con un sistema político y económico global que quiso eliminar al final de la segunda guerra mundial la posibilidad de evolución. El control económico y político, sea a nivel personal o de estados, es de algún modo absoluto y la máquina es capaz de eliminar cualquier brote que se aleje de lo preestablecido. También “las malas hierbas” tienen una fantástica capacidad para eliminarse las unas a las otras. A Santiago Sierra se le exige una coherencia absoluta cuando, al mismo tiempo, la incoherencia reina. Santiago Sierra escandaliza al contratar miserablemente a personas para su trabajo, pero nuestras prendas de ropa, nuestros muebles y nuestra tecnología se fabrican básicamente desde la misma miseria. Santiago Sierra escandaliza cuando cierra el pabellón español de la Bienal de Venecia a todo aquél que no tenga un DNI. Pero las leyes de inmigración siguen, Sarkozy puede expulsar a los rumanos saltándose los derechos humanos sin ruborizarse y los partidos políticos juegan descaradamente a crear miedo y a buscar un enemigo en la inmigración. Santiago Sierra señala, enfoca, ilumina momentos y situaciones que están constantemente frente a nuestros ojos y lo que duele es que todo pinta más que mal y que, además, el gesto es simple; minimal. Algo así como varios Donald Judd cargados de mala leche por todo lo que nos rodea. Y además lo vende y es arte contemporáneo. Sierra es también un producto en un mercado de élite, el mercado del arte, pero se trata de un producto que no ofrece felicidad, que juega desde dentro y busca las fisuras y se regodea con ellas. Con Santiago Sierra no hay negociación, con lo que es lógico que en su carta de renuncia al premio aparezca una palabra como libertad. Leemos “libertad” y casi duele, como si fuera una palabra de mal escribir.»