En El monocultivo del pensamiento trata Gustavo Duch Guillot de ejemplificar el modo en que el poder genera información favorable a sus intereses en materia de agricultura, alimentación y hambre en el mundo.
«Quinto, el pacto entre el poder y la ciencia oficial. Es común que muchos posicionamientos se escudan en la infalibilidad de la ciencia, ese ser alejado, intocable, capaz de hacernos sentir ignorantes absolutos. Son muchos los casos, por ejemplo, de campesinos que, teniendo con la experiencia propia (una forma de ciencia desautorizada) buenos resultados de sus cultivos, cambian a otras prácticas menos apropiadas porque “lo dicen los servicios técnicos” (añadan: de las empresas que se beneficiarán). El extremo se alcanza cuando se defienden los argumentos científicos por encima de los políticos y sociales.
Sexto, reforzar la autoculpabilidad de todos nosotros como consumidores. Acaban haciéndonos sentir culpables porque no somos del todo coherentes en nuestro consumo y no cumplimos con los estándares del consumidor responsable. Sólo una táctica más para alejarnos de una actitud de rebeldía contra el sistema económico, el verdadero responsable.
Y lo mismo podíamos decir, para acabar, cuando se nos aleja mucho de las posibles soluciones. Es aquello de “no podemos cambiar nada”, “las decisiones se toman muy lejos de nuestras esferas”, “las fuerzas contrarias son muy poderosas”, etc.»