Hace ya varios días que el blog de Hernán Casciari es una lenta y tranquila campaña publicitaria de su futura revista Orsai, pero esta historia que cuenta del periodista loco me ha conmovido. El limbo, desde dentro.
«En los aeropuertos españoles no tienen problemas en dejarte salir con el pasaporte vencido. No les importa, incluso se alegran de que te estés yendo, porque eso es lo que quieren. Lo que no te dejan es entrar de nuevo.
Estuve en Argentina la semana en que asumió Kirchner: del 20 al 30 de mayo de 2003. Después de reencontrarme con la familia y los amigos, de ver perder a Racing en el Cilindro, de comer seis kilos de alfajores Cachafaz y de saludar por última vez a mi abuela Chola, volví a Ezeiza con mi pasaporte caduco.
En el aeropuerto de Buenos Aires un empleado de migraciones miró mi documentación inútil y me soltó una frase que nunca me olvido:
—Si este fuera un país serio —me dijo— yo no debería dejarte salir con los papeles vencidos; pero pasá, que se hagan cargo ellos. Nos vemos en cincuenta horas.
Y me dejó subir.»