Uno tiende a no creerse estas cosas porque parecen pavorosas; sin embargo, el escepticismo inicial lo cubre inmediatamente la experiencia diaria del mundo: sí, es más que creíble: “Los organismos de derechos humanos, políticos y sociales están denunciando lo que ellos llaman una nueva forma de explotación inhumna en los Estados Unidos donde aseguran hay una población carcelaria que llega a los dos millones de internos y, cuya gran mayoría, negros e hispanos, están trabajando para las industrias por unos pocos centavos. Para los magnates que han invertido en las industrias de las cárceles, el hallazgo ha resultado como la olla de oro. Allí no hay huelgas, no tienen que pagar ningún seguro de desempleo, vacaciones, ni trabajo compensatorio. Los prisioneros están a full time, no tienen problemas de llegar tarde o faltar por algún problema familia; es más, si la paga de 25 centavos por hora no les conviene y se niegan a trabajar, son encerrados en celdas de aislamiento.” Este sólo es el principio de un texto largo y repleto de datos espeluznantes.
Vicky Peláez, La industria en las cárceles de Estados Unidos:
¿Un gran negocio o una nueva forma de esclavitud?