Grace Morales escribe (muchas cosas) sobre billetes de metro. Si eso por sí solo no da ganas de pinchar el enlace y leer el texto completo, ya no sé qué más decir. Billetes de metro.
«Con toda seguridad, estos billetes que encontré serían de una de mis épocas de paro, porque si no, a mediados de los noventa ya habría utilizado mi flamante Tarjeta del Abono Transportes, Zona A. Sin embargo, estos eran de máquina: sin datos, apenas un número de serie y solo la leyenda “Utilización según tarifas“. Lógico que después de tantos años de viajes conozca bien los billetes y sea capaz de clasificarlos por época, clase y precio. El actual Bonometro no hace justicia a los billetes que se han expedido a lo largo de mis años como viajera, en los que, calculando por encima, seguro me he hecho unas cuantas vueltas al mundo en trayectos cortos interurbanos (consuelo kantiano de segunda). Porque he comprado billetes rosas en días festivos, los que incluso portaban unas campanitas y el logo “feliz navidad“ en el reverso. Billetes azules de viajes sencillos, que te vendían las taquilleras de un rollo de papel más fino que el habitual cuando la máquina no funcionaba. Billetes con un enigmático rectángulo vacío en el medio. Billetes amarillos de ida y vuelta, billetes con el nombre de la estación donde se expedían… Hasta billetes de los reventas, grupos de yonquis y parados que se ponían a primera hora de la mañana en la boca de la estación y te ofrecían los tiquets para evitarte la cola, con lo que ellos se sacaban unas pelas con cada uno al haberlos comprados en tacos. “25 pesetas, igual que en taquilla“.»