Escribe Sergio Ramírez sobre Alejandro Cossío, al que acaban de entregar un premio de fotografía por su labor retratando las muertes y degradación en las ciudades fronterizas de México. La santa muerte.
«La secuencia de fotos que le ha valido el premio a Alejandro Cossío ha sido organizada con sentido estético, porque existe la belleza de lo terrible aunque uno no lo quiera. Las imágenes corresponden a diferentes momentos de su oficio, esos momentos cuando suena el teléfono en la redacción y hay que salir con la cámara en busca de los horrores del día, y la primera de ellas, en el orden en que las ha puesto, es el close-up de una cadena de gruesos eslabones trabajada en fino metal, plata tal vez, que alguna vez colgó del cuello de un sicario, y que tiene por dije una imagen de la santa muerte, guadaña en mano. La santa muerte es la deidad preferida de los narcos, ya se ve que le rinden culto cotidiano. Los eslabones de esta joya de lujo perdulario se derraman encima de la culata de lo que parece ser una carabina o una escopeta.
En la conversación posterior a la ceremonia del premio entre maestros de la fundación y los ganadores de este año, alguien le preguntó si él mismo había acomodado de esta manera tan artística la cadena junto al arma. Cossío sonríe. Jamás haría eso. Su sentido de la fotografía proviene del encuentro con lo fortuito, congelar el instante en que lo casual determina la existencia de la imagen, como si se tratara de una epifanía; se acercó un día a la mesa donde la policía había colocado diferentes objetos incautados a una banda de narcos, para que fueran fotografiados, y la santa muerte estaba ya allí esperándolo para que sólo él la viera.»