Marianne Ponsford reivindica la figura literaria de Katherine Mansfield, una de las grandes autoras del cuento moderno que, sin embargo, queda relegada a un segundo plano ante otros nombres contemporáneos a ella como el de Chejov o Maupassant. Demasiada vida
«Cuando Katherine tenía veinte años, suplicó a sus padres que la enviaran de nuevo a Inglaterra. Según ella, quería estudiar violonchelo. Tocaba el violín con algo de gracia, pero estaba muy lejos de poder llegar a ser una concertista. Lo padres, que no sabían que hacer con ella, aceptaron a regañadientes pero se aseguraron de que no pudiera tener en Inglaterra una vida muy cómoda. Porque a pesar de su creciente fortuna, el padre asignó una suma anual bastante miserable a Katherine. En el barco que la llevaría desde la lejana Wellington a Inglaterra, en mayo de 1908, escribió en su diario, con esa ilusión de los veinte años y la certeza de una vida entera por delante, lo siguiente: “Aquí va un pequeño sumario de lo que necesito: poder, dinero y libertad. Es una doctrina inútil e insípida el que el amor sea lo único que existe en el mundo, pero una que se mete a martillazos en la cabeza de las mujeres, de generación en generación, y que nos estorba cruelmente. Tenemos que zafarnos de esa pesadilla… Así, llegará la oportunidad de felicidad y libertad”.»