Anaclet Pons se cuestiona con preocupación por el lugar de las humanidades dentro del mundo académico y universitario. ¿Tienen futuro las humanidades?
«De hecho, las humanidades y la universidad no son lo mismo. Desde la década de 1970, todas las disciplinas humanísticas han sufrido de falta de recursos presupuestarios y de la ausencia de un mercado de trabajo. Pero eso ocurre sólo en las humanidades. Ohio State recientemente remodeló por completo su biblioteca y construyó un centro recreativo de última generación (ahora parece que ninguna universidad lo es verdaderamente sin un muro de escalada), así como un espléndido sindicato de estudiantes. Los sueldos de los profesores de business y de derecho reflejan la valoración que la universidad tiene de sus docentes: un profesor atiempo completo de business gana un salario promedio anual de 208.000 dólares; uno de derecho, 180.000, mientras el titular de una cátedra de artes y humanidades gana un promedio de 108.000. Otras universidades pueden contar historias similares: la Indiana University de Pennsylvania construyó no hace mucho la mayor residencia universitaria del país. Los buenos tiempos corren en la educación superior.
Lo que ha ocurrido es que el centro de gravedad en casi todas las universidades se ha desplazado tan lejos de las humanidades que la respuesta más pertinente a la pregunta “¿Las humanidades sobrevivirán en el siglo XXI?” no es “sí” o “no”, sino “¿a quién le importa?”
Tenemos que empezar con la pregunta “Si las humanidades y la universidad no son la misma cosa, ¿cuáles son las consecuencias para las humanidades?” Si la conversación que tuve con mi médico es un indicador, las consecuencias para las humanidades no son buenas, lo que debería llevarnos a formular preguntas adicionales. Lo más importante es que tenemos que examinar nuestras disciplinas en el contexto de una historia institucional más amplia de lo que solemos hacer. Para los estudiantes de 1910, la pregunta “¿Las humanidades sobrevivirán al siglo XX?” se habría podido responder. Casi todo el mundo habría respondido: “Por supuesto”. Andrew Carnegie, quien pronunció la célebre frase de que la educación en artes liberales capacitaba a un graduado de la universidad para “la vida en otro planeta”, lo más probable es que añadiera “Sí, pero qué lástima”. Sólo puedo pensar en una persona, Thorstein Veblen, que aunque no automáticamente habría dicho: “Sí, por supuesto”. Avancemos rápidamente un siglo: nadie está seguro del todo sobre la supervivencia de las humanidades.»