Se cumple medio siglo del nacimiento de Los Picapiedra, una de las primeras series de animación que también volvió su mirada a los adultos y uno de los mejores retratos irónicos de la familia occidental de clase media. Lo cuenta Rafael Marín. Yaba-Daba-Dú.
«Se cumplen cincuenta años, que se dice pronto, desde que Hanna-Barbera (que no era una abuelita de las que hacen calceta, sino dos productores que venían de hacer Tom y Jerry y se llamaban William y Joseph) ofrecieron por primera vez al público una serie de dibujitos animados diferente: Los Picapiedra.
Fue quizá la última gran muestra de ese género que ha mutado tanto que ya no es reconocible: la comedia americana, una buddy movie televisiva que contaba la historia de dos amigos, Pedro y Pablo, que bien podrían haber sido el equivalente dibu de Walter Mattau y Jack Lemmon. Comedia de enredo en veinte minutos, esposas encantadoras y dominantes al mismo tiempo, y sobre todo el juego de trasladar todos los elementos de la sociedad de consumo a una improbable Edad de Piedra. »