Sostiene Pascal Boniface una teoría que no deja de tener sentido: Es paradógicamente la idiosincrasia delirante del regimen norcoreano la que le mantiene firme entre la comunidad internacional, pues prima el temor a su desequilibrio: El fracaso norcoreano es su fuerza.
«Pero, paradójicamente, este fracaso constituye la propia fuerza del régimen norcoreano. Más allá de los discursos, se da un consenso entre las potencias extranjeras. Debido al grado de incomodidad y molestia que representa (sobre todo para la población norcoreana), es menester manejar el presente statu quo de la mejor manera posible. Cualquier cambio podría acarrear dolorosos y tremendos trastornos. Dos motivos de temor se aprecian con respecto al régimen norcoreano: que caiga de modo brusco o que, acorralado, se lance a una política agresiva con respecto a Corea del Sur o a Japón. Un solo misil dirigido contra Tokio o Seúl (a 40 kilómetros de la frontera) tendría un efecto catastrófico sobre la economía de estos dos países y sobre la economía asiática en general. A Corea del Norte sólo le quedaría la opción de perder un conflicto al que eventualmente se lanzara, pero antes podría causar estragos enormes.»