Se fija Nuño Domínguez en los astrónomos aficionados, que gracias a la libertad de elección para apuntar con su telescopio están aportando información muy valiosa a los profesionales: El pueblo conquista el cosmos.
«La gran baza de estos cazadores de estrellas es la libertad. Pueden apuntar sus telescopios a donde quieran, un lujo imposible en los observatorios más grandes del mundo, en los que cada minuto de observación se disputa entre grupos científicos de todo el planeta. “Las zonas y tiempo de observación las decide un comité científico y son siempre muy limitadas”, lamenta Hueso. “El 95% de las propuestas es rechazado”, añade.
Además, los mastodontes más potentes como el Very Large Telescope de Chile o el Gran Telescopio de Canarias se centran cada vez más en la búsqueda de planetas y galaxias fuera del Sistema Solar, que queda muchas veces desatendido.
“Soy un astrónomo amateur, lo que significa que puedo elegir lo que hago y cuánto tiempo lo hago”, celebra Anthony Wesley en un correo electrónico desde su observatorio de Canberra (Australia), donde ha construido un telescopio tuneado de 14,5 pulgadas y un sistema de refrigeración mejorado. “Siempre intento obtener la mejor calidad en mis observaciones y, en los últimos dos años, mis datos y los de otros aficionados se han hecho cada vez más populares entre los astrónomos profesionales”, explica.»