Sobre cómo lo histórico pierde sentido al convertirse, medios mediante, en una suplantación del presente: La sobreactuación de la historia, de Ignacio Echevarría.
«Todos acuden a la convocatoria de turno provistos de su cámara digital o de su teléfono celular, y no dejan de tomar fotos que acreditarán luego su presencia: “Yo estuve allí”. Lo de menos son los motivos. Lo importante es eso mismo: haber estado allí, haber participado del acontecimiento, haberlo vivido en carne propia, como quien dice, convertido uno mismo en reportero de su propia experiencia.
Los medios de comunicación amplifican de antemano esa dimensión histórica del acontecimiento, y eso mismo incrementa el atractivo del reclamo. A partir de cierto nivel de “historicidad”, determinado por los cálculos de asistencia, que es a su vez determinado por el énfasis que los medios ponen en preverla muy cuantiosa, la cifra real de los asistentes se desorbita y resulta, al cabo, insignificativa.»