A menudo la primera víctima de la lucha política es la ciudadanía. Eso ocurre, por ejemplo, con la vivienda.
Raimundo Ortega insiste en que es un problema que viene desde el franquismo, y que ningún gobierno posterior ha sabido, o querido, resolver. Y propone alguna solución: al problema de la especulación con el precio de suelo por parte de los ayuntamientos: “El TDC achaca ese comportamiento a la falta de una financiación adecuada de las Haciendas locales, de tal forma que, si no se garantiza una financiación ortodoxa, no será fácil asegurar una oferta ordenada de suelo urbano o urbanizable suficiente para ofrecer viviendas a coste razonable.” Yo diría que la mala financiación de los ayuntamientos no sólo es un problema económico sino también democrático. Al final todo está ligado.
La vivienda, un falso problema.