El líder de la oposición en España propone que el más votado sea el que gobierne, es decir, que se impida por Ley los pactos entre los menos votados. Ánxel Vence advierte de los problemas que podría traer, y fija como posible modelo el francés, con la segunda vuelta: Votos cocidos a la francesa.
«espués de todo, el método viene siendo el equivalente político-electoral de la tortilla española, y nada parece más natural. Sólo la Francia que inventó el concepto de restaurante y elevó la gastronomía al más alto rango de arte gracias al maestro Brillat-Savarin podía idear unas elecciones de vuelta y vuelta para darle su apropiado punto de cocción al gobierno o al alcalde que salga del horno de las urnas. No es improbable que esa doble evaluación de los candidatos nos ahorrase la llegada al poder de ciertos gobernantes a los que les falta aún más de un hervor para ejercer el cargo. Seguro que el amable lector tiene alguno en mente.
A todas esas ventajas hay que agregar aún otra de orden no menor: la que pone en manos de la ciudadanía la elección directa de sus administradores y en consecuencia resta poder a los aparatos caciquiles de los partidos. Un método que acaso fuera especialmente útil en Galicia, país donde el tripartidismo asimétrico imperante tiende a forzar coaliciones similares a las que integrarían el perro y el gato.»