Wole Soyinka, el escritor nigeriano, premio Nobel (por desgracia, dice) en 1986, es entrevistado por Vicente Verdú, y habla, muy interesantemente, sobre política, literatura y vida.
«Estuve 27 meses en la cárcel y otros 22 incomunicado. Lo más difícil de soportar fue que no me permitían ni leer ni escribir. Hacerle eso a un ser humano es atroz, sobre todo si es alguien que ama el mundo de los libros. En ese aislamiento tuve que dejar de lado cierta creatividad en favor de otros ejercicios mentales.
¿Cuáles? Lo primero es medir tu entorno físico, porque necesitas cosas físicas para escribir. A veces, cuando me acuerdo de esa época, me parece ridículo que una novela pudiera salir de una circunstancia así, pero yo soy bastante surrealista. Al principio escribía poemas muy breves que pudiera memorizar. Otras veces raspaba con una piedra las paredes para escribir.
¿No tenían papel ni lápiz? Nada de nada. Está prohibido. Pero luego me dije: ¿Qué más puedo hacer para ejercitar el cerebro? Y pensé: matemáticas. En el colegio las odiaba. En cuanto pasaba de curso tiraba el libro de matemáticas por la ventana. Para mí eran una verdadera tortura. Pero en la cárcel pensé: Voy a retomar esa asignatura que tanto odiaba. Y no fue una tortura, sino que me resultó fascinante. Me di cuenta de algunos aspectos estéticos de las matemáticas que tanto me frustraban en el colegio.»