El Salvador, 30 años de penosa impunidad, un repaso por la historia de asesinatos y barbaridades cometidos en el país centroamericano, y la carencia de castigo para los criminales desde entonces, por Prudencio García.
«Las investigaciones realizadas por la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas permitieron conocer con precisión la forma en que el crimen se gestó y ejecutó. En él desempeñó el protagonismo máximo un destacado militar ultraderechista, de escasa graduación pero de irresistibles ambiciones políticas: el mayor Roberto D’Aubuisson, quien, en uno de esos inauditos sarcasmos propios de sociedades como aquella, llegó a presidir pocos años después nada menos que el Parlamento de El Salvador.
Tal como precisó la citada Comisión de la ONU en su informe final (Nueva York, 15 de marzo de 1993), el mayor D’Aubuisson ordenó a los capitanes Álvaro Saravia y Eduardo Ávila que procediesen a la eliminación del arzobispo el día 24. En cumplimiento de tal encargo, ellos se ocuparon, junto con efectivos de su entorno escuadronero, de materializar todos los elementos necesarios: tirador, arma, vehículo, hora y lugar, punto de partida, selección del chófer y conducción del ejecutor al lugar del crimen. Fue precisamente el chófer del capitán Saravia el designado para desplazar hasta el lugar al tirador seleccionado, y quien lo llevó posteriormente a presencia del mismo capitán, a quien comunicó la ejecución del encargo. A su vez, fue este oficial quien comunicó al mayor D’Aubuisson el cumplimiento de “la misión”. Hubo, sin embargo, un importante dato que no pudo ser averiguado por la comisión: la identidad del tirador, un sujeto de alta estatura y mediana edad, con barba, vestido de civil y desconocido para el conductor que lo transportó.»