Anna Grau se da una vuelta por los estercoleros morales de los Estados Unidos, esos que hacen que la condición sexual sea algo escondido de forma constante en la vida pública y que, en algunos casos, llegan a costar vidas. El triste morbo de tirar la primera piedra.
«Larry Craig, senador republicano ultraconservador por Ohio, el clásico defensor de los valores familiares más tradicionales y enemigo jurado del matrimonio gay, fue detenido hace tres años en el aeropuerto de Minneapolis –que al parecer da de sí para muchas películas de Almodóvar- por tocar con su pie el pie de otro hombre en el baño contiguo. Con tan mala suerte que resultó ser un policía de paisano. Craig fue detenido en el acto. Inicialmente se declaró culpable de un delito menor, aunque luego lo negó todo, se declaró víctima de un error policial y de un montaje de sus enemigos políticos, y se negó a dimitir como gato panza arriba.
Hay casos menos divertidos. Defarra Gaymon, 48 años, afroamericano, felizmente casado con su novia del instituto y padre de cuatro hijos, director de una cooperativa bancaria en Atlanta, se encontraba pasando unos días de este mes de agosto en Newark, New Jersey, donde se crió y pasó su infancia. Un viernes particularmente tórrido tenía que atender varios compromisos, incluyendo una reunión de exalumnos en un pub y una sesión de lectura familiar de la Biblia en la iglesia donde se casó. A la misma hora donde se le esperaba en estos sitios yacía moribundo en el Branch Brook Park, un extenso parque público con pequeños lagos y bosquecillos, con una herida de bala en el abdomen.»