En el día a día hay miles de conversaciones en las que uno cree que tendría algo que decir, pero en las que no se interviene, no sea que le llamen metomentodo. Pero a veces las barbaridades son tan altas y claras, que, como le pasa a veces a Rosa María Artal, hay que decir algo. Hablar o no hablar, that´s the question.
«Durante unos segundos dudo, pero termino por decirles:
-Perdón, ese médico se llama Luis Montes. Fue por completo exonerado judicialmente de las falsas acusaciones que le habían imputado y que le han ocasionado la pérdida de su trabajo y un cambio de vida. Está demandando, y ganando indemnizaciones, a quienes le acusaron malintencionadamente.
Se quedan petrificados de mi osadía. Quién soy yo para meterme en una conversación privada. No es tan privada si se emite en voz tan alta que todos nos enteramos. De hecho, tras hora y cuarto de viaje, la sesión se realiza ya para el público.
Tengo derecho a creer lo que quiera dice él.
Sí respondo-, creer, aunque no se apoye en razones, pero aquí hay no menos de una docena de personas, muy calladas, que pueden creer también la falsedad de lo que dice y me siento en la obligación de facilitar los datos de la verdad. El Dr. Montes no mató a nadie, no hubo mala práctica profesional y está ganando las demandas y las indemnizaciones contra quienes le han difanado.»