María Negroni escribe sobre la inexistencia de los géneros literarios y su concepción de la escritura como un continuum en el que las únicas fronteras las traza el lenguaje del autor: La palabra transversal.
«No hay, quiero decir, razones válidas, ni siquiera lógicas, para esas nociones expandidas que equiparan novela con trama argumental, poesía con emoción y ensayo con pensamiento, a menos que se busque un desconsuelo perfecto. En materia de escritura, nos guste o no, el único paisaje que interesa es el territorio del lenguaje, allí donde quien escribe pone a prueba su voluntad de crear y donde mide (para desmentirlos o ampliarlos) los límites de su propio instrumento verbal, que son también los de su mundo.
Edmond Jabès dijo algo parecido con una imagen potente: comparó la poesía y el ensayo a dos hermanos siameses con cabezas separadas. En efecto, la escritura, cuando es tal, busca siempre lo mismo: rebelarse contra la frase hecha y el automatismo, contra lo consabido que embalsama la vida y congela el pensamiento, contra lo que cancela el derecho a la duda y la concomitante conciencia de no saber; en suma, contra lo que desalienta la reflexión y empuja a la pura exterioridad, limitando a las criaturas el acceso a su propia inadecuación, su misterio más hondo.»