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Historias de aeropuertos

Algo que debería ser relativamente sencillo y placentero como viajar, se ha convertido en muchos sitios en una experiencia ridícula y absurda por cuestiones tan abstractas como la “seguridad nacional”. Aquí está el caso, por ejemplo, de Paco Sancho, que cuenta su odisea en Venezuela. Los sótanos de Maiquetía. Pero en todas partes cuecen habas, y si no que se lo pregunten a muchos visitantes latinoamericanos que viajan a Europa y que si paran en España pueden pasarlas canutas. Lo cuenta Carmen Escriña. Si no tienes pasaporte de la Unión Europea, no vayas a España, ni siquiera hagas escala.

«Así que mientras Caracas sigue en el medallero de las ciudades más inseguras del mundo, donde cada fin de semana las muertes violentas superan la treintena, donde la Policía Metropolitana anda deteniendo más por dentro que por fuera, el grueso de la Seguridad Nacional se concentra en el aeropuerto internacional, no vaya a ser que la monja de Cáceres intente traficar con más dulce de leche del permitido.

De entrada, es otro imberbe de los boinasgranates el encargado de dar la bienvenida a la cola de facturación de Iberia y largarte el primer interrogatorio, tan metido en su papel que hasta se adivina su gozo protagónico en el lance. Paso, pero la azafata siguiente me advierte: ¿Lleva alimentos en la valija?” “No… mmm… sí, una caja de chocolates que me han regalado” “Pues sáquela y llévela con usted, porque los alimentos son lo primero que requisan”. Así lo hago.»

«Lloró y lloró todo el día, habló y habló por teléfono con su novio, los dos no pararon de llorar, alguien llamó a la embajada argentina, los policías les aseguraron que si llegaba la famosa “carta de invitación” la dejarían pasar. Pero para obtener la carta había que pedir cita, te la daban para dentro de varios días y el avión salía antes.

Este caso parece increíble, pero hay muchos más así. Como el del joven venezolano que viajaba frecuentemente a Italia para ver a su hermano y nunca había tenido problemas hasta que decidió llevar a su hija con él. Como debía comprar dos pasajes en vez de uno, compró un vuelo con escala en España para abaratar costes, grave error. Él y su hija se encontraron en la misma situación que Silvia, pero parecía que tenían una ventaja. En Italia se puede obtener la famosa “carta de invitación” en el día, y por suerte ésta se puede hacer llegar por fax al aeropuerto. “Si llega la carta te dejaremos seguir a Italia”, le dijeron a él también. Las horas pasaron, la carta llegó pero en italiano y los policías no tuvieron tiempo para obtener una traducción oficial. Ni siquiera viajaba a España, pero él y su hija se tuvieron que volver a Caracas.»

Alberto Haj-Saleh | 04/08/2010 | Artículos | Derechos Civiles

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