Reivindican Lluís Duch y Albert Chillón que la crisis no es tan sólo económica y social, sino que afecta muy fuertemente al espíritu, al occidental como conjunto de valores, y advierten de la decadencia humana. Suena un poco… no sé, no suena bien, pero argumentan y me inclino a darles la razón la identificación persona-cliente. El desahucio de las humanidades.
«La deriva general de Occidente ha ido mermando los proyectos colectivos en aras de los crasamente egotistas, a lomos de una sociedad obcecada en trocar los ideales de consumación por los de consumición, y al ciudadano por un cliente tan súbdito como ufano. No se trata, sin embargo, de un individuo realizado y pleno que haya cumplido el célebre “Llega a ser quien eres” de Píndaro, sino de alguien cuyo humano potencial se degrada en una interioridad sin exterioridad, rebosante de apetencias y huera de vínculos solidarios y compasivos. La ruina de las utopías emancipadoras de la modernidad ha traído consigo una hictopía que venera el ahora y aquí (hic),así como una apoteosis de la psicologización: la cultura del yo, el hedonismo sin finalidad, la conversión de la tecnología en tecnolatría o, en fin, la entronización del dios mercado como espectral baremo de medida y guía.»