Rinzewind se detiene un momento a pensar en la famosa historia que dice que mientras los americanos se gastaron millones en diseñar un bolígrafo que escribiese en el espacio, los rusos usaron un lápiz. ¿Es así de simple? El bolígrafo espacial.
«Para el proyecto Apollo se compraron 400 de estos bolígrafos al módico precio de 6 dólares por unidad (muy alejados de los portaminas inicialmente considerados en 1965). En 1969, los rusos compraron 100 bolígrafos y 1.000 cartuchos de tinta para sus Soyuz. A día de hoy, estos bolígrafos se siguen utilizando. La empresa que los inventó creó otra empresa diferente para su comercialización al público: Fisher Space Pen.
Pero: si ya tenían un lápiz, ¿para qué complicarse la vida buscando un bolígrafo tan especial? Sencillo: las puntas de los lapiceros contienen grafito, que es un material conductor. Se descubrió que las puntas de grafito rotas podían flotar por la nave y terminar llegando a hacer contacto en algún circuito. Eso, unido a que los lápices son inflamables (y el Apollo 1 estaba acechando en la memoria reciente), requería una solución más segura.»