Pío García aprovecha toda la polémica que ha surgido en estos días en el Tour de Francia acerca de la deportividad entre corredores y hace un fenomenal repaso por los dos tipos de deportistas, los Truhanes y señores
«Otros deportistas, por ejemplo los pilotos, jamás se plantearían estos dilemas. En la Fórmula Uno, fuera de los discursos oficiales y grandilocuentes, nadie espera regalos de sus rivales. En el año 2006, Michael Schumacher, heptacampeón del mundo, aparcó su Ferrari en una curva del circuito urbano de Mónaco sólo para obstaculizar a Fernando Alonso, que iba camino de marcar la ‘pole’. Aquel incidente fue uno más en un currículum lleno de maniobras sucias: en el Gran Premio de Europa de 1997, Schumacher, que llevaba en el campeonato un punto de ventaja sobre el canadiense Jacques Villeneuve, chocó a propósito con su rival, que se disponía a adelantarle. La Federación acabó quitándole todos los puntos que había conseguido ese año. Tal vez por eso, Eddie Irvine, lenguaraz piloto norirlandés, no dudó en señalar: «El día más feliz de mi carrera fue cuando Schumacher se partió las piernas». Irvine conducía a toda pastilla, pero tampoco era precisamente un modelo de caballerosidad: «Mi único interés en la vida confesaba es mirar al tío que esté a mi lado y poder decirle: conduzco más rápido que tú y mi novia está más buena que la tuya».»