Muy interesante esta reflexión de Noel Ceballos sobre la transformación de la figura del vampiro, del apasionado e indomable Drácula, lleno de pulsiones sexuales, hasta el blandito Edward de Crepúsculo, un defensor de la pureza y la castidad. Sobre el Neovampiro.
«King ve al vampiro clásico como una cristalización de las fantasías de poder y dominación sobre la mujer que el hombre victoriano solía guardar en el armario. También es, para todo pre-adolescente frustrado de cualquier época, la confirmación subconsciente de que el sexo es algo oscuro, maligno, tenebroso. Quizá esta capacidad para responder a un tipo muy concreto y extendido de ansiedad sexual es lo que ha convertido al vampiro en un mito tan perdurable. La imagen de Drácula, configurada en nuestro inconsciente colectivo por la Universal, parece ir siempre unida a la figura de una mujer con el camisón abierto y la sangre aún derramándose por su cuello. Al final de la novela de Stoker, Mina consigue escapar a la dominación del vampiro, pero solo con la ayuda de un círculo protector de hombres temerosos de Dios y armados hasta los dientes. Por si fuera poco, Stoker se encarga de subrrayar (por boca de Van Helsing) que la protagonista del relato es una mujer inusualmente fuerte, casi con un punto de masculinidad en su caracter. Por suerte, la posmodernidad se ha encargado de hacer justicia a Mina: The League of Extraordinary Gentlemen contiene, probablemente, el mejor ejemplo de una Mina transformada tras su contacto físico y psíquico con el conde.»