Breve pero contundente se muestra Mario Morales condenando las refriegas entre Colombia y Venezuela, que vienen de 180 años atrás y no van a ninguna parte: No nos quieran tanto.
«Pero nada de eso parece importarles a los dos gobernantes, entrelazados como están en sus fuegos de artificio que, por estos días, exacerban falsos nacionalismos, y que ahondan las diferencias, porque tienen origen en su inefable afán de protagonismo que ya harta incluso a medios y sectores políticos afines.
Baste citar sus expresiones inflamadas de patriotismo, uno con versos cursis de amor (“Te quiero con un amor que no conocía”) y el otro, con actos profanos como el de la exhumación de los restos de Bolívar, del que se proclama su llamarada.
Los comunicados, notas de protesta, llamados a consulta de embajadores, sesiones en la OEA y demás, forman parte de un libreto repetido (cuya trama es la de la cizaña y su lenguaje es el de la vocinglería), que pretende ocultar los respectivos lunares y fracasos. Y claro, termina de acuñarlos como las caras de una misma moneda.»