A Rafael Argullol le fascina la Florencia del Quattrocento y le parece que el hecho de que en una ciudad tan convulsa y problemática hubiera tal cantidad de talentos artísticos es un enigma, con cierto (anti)paralelismo con la actualidad: Prestigios florentinos.
«Esta atmósfera situaba la creación artística en el centro de la vida ciudadana, de modo que los adolescentes se sentían cautivados por lo que ofrecían los talleres de los pintores y de los escultores. Y lo que ofrecían eran duras —durísimas, a menudo— condiciones de aprendizaje. Por Vasari y por otros cronistas nos podemos formar una idea bastante nítida del funcionamiento de los botteghe algunas tan renombradas como las de los Pollaivolo o la de Andrea Verrochio donde se educó Leonardo. El adolescente, un niño prácticamente, entraba a formar parte de la vida colectiva del taller hacia los 12 o 13 años. A lo largo de una década participaba en todas las tareas colectivas, desde las más rudas hasta las que le hacían acceder a las obras en proceso de elaboración. A los 20 o 22 años, el aprendiz, convertido ya en maestro, se establecía por su cuenta y, si no podía hacerlo en Florencia, emigraba en busca de trabajo a otra ciudad, materializándose así la fructífera trashumancia renacentista. Si el adolescente accedía a un centro privilegiado como la Academia de los Medicis, la vida cotidiana seguía presidida por el rigor y el esfuerzo, tal como recalcaba Vasari en referencia a Miguel Ángel.»
2010-07-20 15:33
Qué gran época marcada por gente que creía que el arte y la cultura eran importantes.
En relación a esto, hace poco conocí de la existencia de Federico Montefeltro, conde de Urbino, que además de ser un gran soldado fue uno de los más grandes mecenas de la época.
ver el siguiente enlace:
http://1984-w.blogspot.com/2010/07/federico-da-montefeltro-mercenario-y.html