El Mundial da para muchas historias, a los ganadores y a los otros. Algunas tan bien contadas como esta crónica del mundial hasta semifinales de Otis B. Driftwood, españolito que le tocó vivir el éxito de su selección en territorio germano. Fußballfieber, o ‘Ich war da (allí estuve yo)’-.
«El fútbol se ve, se oye y se huele en las calles. Es imposible abstraerse de ello, ni siquiera en el pequeño tramo de autopista que me lleva al trabajo: banderas prendidas en los coches, fundas con los colores federales envolviendo los retrovisores, escaparates recubiertos de motivos negros, rojos y dorados. No queda un sólo bar sin pantalla gigante. Pantallas, en realidad, porque lo normal es que tengan más de una para que pueda verse bien desde todas partes. La radio no deja de hablar del partido de la noche y de la final contra los holandeses. Incluso muchos negocios se anuncian con cuñas en las que ya hablan de la victoria teutona. Curiosamente, sólo el seleccionador alemán y algunos veteranos de mundiales anteriores avisan: “España es el mejor equipo”. Aunque también recalcan: “somos mucho mejores que en 2008”. Son zumbidos de mosquito entre el ruido de la jungla, casi nadie contempla otra posibilidad que la final… qué coño la final, la Copa casi tiene color alemán. Si en vez de en Sudáfrica se jugase allí, la presión para el rival sería insoportable. »