Miles de nobles y adinerados alemanes fueron momificados en el siglo XVIII; un grupo de científicos investigan el cómo y el por qué: ¿Momias a la espera del Juicio Final?.
«Una de las pistas clave la descubrió Ströbl mientras revisaba documentos de comienzos del siglo XVIII conservados en los archivos del consejo eclesiástico de Berlín. Allí, el investigador alemán descubrió una carta, datada en 1710, en la que una adinerada dama, Catharina Steinkoppen, solicitaba al clero de la capital que se dispusieran las medidas necesarias para que el cadáver de su nieta “no se descompusiera en la cripta bajo la iglesia” en la que debía ser enterrada. A cambio, el padre de la criatura, un noble llamado von Schütz, ofrecía la nada despreciable cifra de diez Reichsthalers –monedas de plata de uso en la época–, una suma que equivalía al salario anual de un cochero.
El descubrimiento de Ströbl condujo a los arqueólogos hasta la cripta en la que había sido enterrada la niña, en una iglesia ubicada en el centro de Berlín y en cuyos subterráneos únicamente recibían sepultura miembros de la alta sociedad de la época. Fue así como descubrieron el sistema empleado para preservar de forma tan eficaz los cadáveres: las cámaras funerarias contaban con un ingenioso sistema de ventilación, que además conectaba todos los distintos enterramientos mediante una serie de pequeños huecos. Un rudimentario sistema de “aire acondicionado” que, sin embargo, permitía la momificación de los cuerpos sin recurrir a técnicas de embalsamamiento. Además, los investigadores descubrieron que los ataúdes habían sido revestidos con serrín, de forma que cualquier fluido que surgiera de los cadáveres fuera inmediatamente absorbido, evitando la descomposición.»