Hermosísimo y lleno de sentido común este artículo de Teresa Garbí, profesora que en el momento de jubilarse hacer recuento del estado de la educación, sus males y sus remedios: Reflexiones sobre la enseñanza en España ().
«La segunda reforma, absolutamente necesaria a mi entender, debería ser la que diese prioridad a los conocimientos, es decir, en vez de dar tanta cancha a pedagogos y psicólogos, que se afanan por limpiar las asignaturas y convertir a los alumnos en siglas inextricables, habría que pedir a gritos más conocimiento, más estudio, más formación específica en las carreras. ¿De qué sirve el banal “aprender a aprender” si no se sabe qué enseñar? Que alguien con sentido común en el Ministerio, Consejerías o en donde sea, opte por dar contenido a las carreras, justo al revés de lo que están haciendo ahora. Que los jóvenes alumnos se libren de estudiar el vacío pedagógico de quienes no saben dar clase. Cuánta impostura.
La tercera reforma debería consistir en el aumento horario de las asignaturas instrumentales, lo que se conseguiría fácilmente eliminando optativas. Cuando aprobé la oposición tenía clase diaria de Lengua o de Literatura, es decir, cinco horas semanales por asignatura; ahora, tenemos tres horas semanales y, además, el Bachillerato se ha acortado sensiblemente. No comprendo cómo hay quien se rasga las vestiduras porque no se lee. Si los estudiantes no saben qué es la Literatura, si no forma parte de su mundo ¿por qué van a leer? No se trata tan solo de leer o no leer es que carecen de la herramienta del lenguaje para poder pensar, para alcanzar un sentido crítico imprescindible a la hora de afrontar cualquier estudio.
Quizá lo que ha dado el golpe de gracia a la enseñanza pública –en el siglo XVIII algunos ilustrados consideraban que la escuela era el templo de la razón, en donde debían reunirse todas las clases sociales–, ha sido la subvención a la enseñanza privada, que no existe en ningún país, ni siquiera en Italia.»