Da vueltas Sergio Ramírez en torno a la frase atribuida a Santo Tomás que encabeza la Sociedad de lectura ginebrina, “Temo al hombre de un solo libro”; el escritor quiere entender el sentido de la sentencia como una advertencia contra el pensamiento único, aunque seguramente su autor la dirigía en el sentido contrario. Los hombres de un solo libro.
«La frase merece una reflexión, en primer lugar, porque nos hallamos en la cuna del calvinismo, y ya sabemos que Calvino guió a su rebaño por la senda de un solo libro, la Biblia, con celo intransigente. Pero no hay que olvidar que los fundadores ilustrados de esta sociedad, herederos de la ambición de un pensamiento libre, crítico de las verdades establecidas y nutrido de tantas fuentes como fuera posible, pretendían todo lo contrario: que se leyera la mayor cantidad posible de libros, mientras más contrastados mejor. Por eso fundaron la Sociedad.
Pero tampoco hay que olvidar que al abrir sus puertas en 1818, triunfaba en Europa la restauración conservadora, tras el fin de la era napoleónica que pretendía extender las ideas liberales por todos los confines, y los caballeros que promovieron la Sociedad supieron prevenirse de despertar sospechas, así es que la bautizaron “sociedad literaria”, cuidándose de explicar que no se trataba de una “sociedad política”.
La frase escrita encima de la puerta, y con la que se da la bienvenida a visitantes y lectores, “Temo al hombre de un solo libro”, ha sido atribuida a lo largo de los tiempos nada menos que a Santo Tomás de Aquino, algo que la volvía menos sospechosa para los vigilantes de la ortodoxia en la austera Ginebra. Una frase que, viniendo de Santo Tomás, despertaría entonces tan poco escozor como si fuera del mismo Calvino, ambos fieles a un solo libro y mismo libro; aunque entre ambos la ventaja la saca con creces Santo Tomás, porque su pensamiento teológico, el tomismo, dominó por siglos la doctrina de la Iglesia Católica y fue, en ese sentido, un pensamiento único, como pocos en la historia de la humanidad; único y monolítico, sólo comparable al de Aristóteles, con el que se enlaza.»