Jorge Fernández Díaz leyó a Si me querés, quereme transa, cuyo autor, Cristian Alarcó, investigó durante seis años las cadenas de narcos en la Argentina y se quedó impactado, y nos habla de este libro que se convierte en una crónica del submundo de las pequeñas mafias de la droga, muy distintas a los grandes carteles mexicanos: Tragedia griega con sabor a cocaína
«a historia de Alcira sólo es uno de los tres o cuatro relatos que se entrelazan misteriosamente en esta crónica escalofriante. Quedan, al final de leerla, algunas cosas claras: en el país no hay zares millonarios de la droga al estilo México o Colombia, sino pymes ilegales y mutantes manejadas mayormente por emigrantes peruanos y bolivianos, aunque en la provincia operan también algunos clanes argentinos. Un transa se convierte en narco cuando se transforma en mayorista, es decir, cuando comienza a manejar más de 5 kilogramos de cocaína. A pesar de ello, jamás son ostentosos y por lo general se mantienen en el más cerrado anonimato viviendo en la villa o en el conventillo, o a lo sumo en casas medianas de barrios discretos. Alcira descubrió, después de padecer todo tipo de desventuras y sufrimientos, que debía morigerar la ambición para no convertirse en un blanco móvil. La droga, por lo general, no es un fin en sí mismo sino el combustible para montar otra clase de negocios más o menos informales dentro de los rubros textiles, gastronómicos o de transportes: vender ropa en un puesto, hacer y comercializar empanadas, comprar taxis y remises.»