Lean, lean a Rafa Marín y aprendan, sobre todo aprendan: la clave está en borrar; claro, que para eso hay que tener fuerza de voluntad. Él estuve enganchado a un videojuego y logró superarlo: Cuando estuve enganchado.
«Y yo, que nunca había jugado a ningún videojuego, le pillé el vicio. Estaba traduciendo, lo dejaba, y me enchufaba el juego. Escribía que Salther Ladane se enfrentaba a las hordas de Telethusa, y lo dejaba, y me enchufaba el juego. Pronto desarrollé pericia. Pronto empecé a saltar pantallas, a ser más rápido que los bichos con ojos, a los que creaba unas trampas saduceas cavando y cavando que ríase Ender Wiggins en la Escuela de Batalla.
Siempre al son de Palomitas de maíz, palomitas de maíz, palomitas palomitas palomitas, de maíz.
Al cabo de poco me di cuenta de que ni traducía mucho (estaba empezando) ni escribía lo que quería, porque en seguida me aburría y me dedicaba a cavar en sepia y negro. Y me acostaba, y al cerrar los ojos, molido por las clases de la mañana y el trabajo de las tardes, oía la musiquilla de marras, palomitas de maíz, palomitas de maíz, palomitas palomitas, palomitas de maíz.»