Hermann Bellinghausen logra un artículo en el que llora y explica a un tiempo la figura y la obra del escritor mexicano Carlos Monsivais: El problema con Monsi.
«El problema con Monsi es que los intelectuales que dicen no entenderle en realidad le entienden demasiado bien, y eso les resulta insoportable. Como nunca perteneció a nadie, acabó siendo de todos. Irreductible, independiente, temible, entrañable, hilarante, erudito, con capacidad borgeana para la lectura y estómago de zopilote para lo que muchos consideran basura, como Samuel Beckett en Irlanda, fue el mayor escritor de su tiempo, y protestante en un país católico. Eso le permitió vivir sin tragarse el cuento de la Iglesia, y aunque lo acusaran de jacobino y juarista, no dejó ir con plumas a ningún cardenal, a ningún curita hablador, a ningún ultraderechista de Provida. Vio venir antes que nadie la victoria del PAN y nunca lo dejó en paz. De Fox en adelante, hasta de profeta podríamos haberlo acusado.
No obstante, nada lo regocijó más que los declarantes del siglo: PRI, los Fidelazos, presidentes, diputados, gobernadores, candidatos, ideólogos, publicistas y matachines en turno. Por mi madre, bohemios, la columna volante que documentó nuestro optimismo durante décadas, fue una cátedra cotidiana de cómo leer los medios, cómo leernos, cómo ser atroz espejo para las víboras, sana fuente de risa, camarada de las causas justas. Además escribía parodias con prosa hirviente; deben existir centenares en revistas, periódicos, programas radiofónicos (suyo fue, en Radio Universidad, el inolvidable El cine y la crítica, en pleno diazordacismo).»