Bueno, pues huyendo de las opiniones apocalípticas o de las sesudamente técnicas, me topo con la buena prosa deportiva de David Álvarez, que vio en el partido detalles que otros no vimos o no sabemos contar: El mantra de los no-favoritos.
«Hacia el final, a lo que se pareció el asedio al área suiza fue a antiguas decepciones en las que España asaltaba la cáscara de equipos compactos como nueces cerradas. Algo provocó un desajuste y por poco no se parecieron a lo que habían sido en los dos últimos dos años: el golpe al larguero de Xabi Alonso, la vaselina extraviada de Villa, los balones que se le escaparon a Torres. A él que alcanzó uno a través de una rendija en la final de Alemania, y que luego ha estado convencido de que “la magia no se quedó en Viena”.
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No somos tan favoritos, decía el mantra. Como cuando España asediaba nueces cerradas en otros mundiales. Sin conseguir abrirlas; no como Italia el otro día cuando De Rossi celebró el empate como si hubiera reencontrado un hijo desaparecido. Exaltado de no olvidarse de sí mismo. Después de décadas de recitarse otro mantra.»