Sobre el indigno oficio de periodista (lo dice John Carlin, y no necesariamente como adjetivo peyorativo), y más concretamente sobre el periodista deportivo cuya misión es entrevistar a un divo balonpédico. Paciencia y oficio.
«A veces ocurre que, después del denigrante proceso que acabamos de describir, te la conceden. En tal caso, es perfectamente posible que llegues al lugar indicado a la hora indicada (incluso después de tomar un avión) y te digan: “Perdón, el futbolista ha cambiado de opinión. La haremos otro día”. O que, como en el 90%, tengas que esperar una o dos horas más de lo previsto para tu audiencia con el pequeño rey (porque se demoró en la ducha, porque tenía que rematar el partido de PlayStation). Y entonces, al final, cuando por fin has conquistado la gloria de tenerle enfrente, con la grabadora rodando, te transmite sin ningún disimulo la sensación de que podría estar haciendo cosas mejores (otro duelo de titanes en la PlayStation, comprarse otro Ferrari, tocarse las narices en casa). Y después, después de tragarte tanta bilis, el terrible e inevitable desenlace es que no te ha dicho nada que sea remotamente noticia, que agregue una migaja a la suma del conocimiento humano. Como el caso del jugador del Barça que hace una semana nos dijo: “Necesitamos ganar los dos partidos finales para ganar la Liga”, pedazo de banalidad que dio titulares (sí, sí, a esto hemos llegado) en prácticamente todos los diarios españoles.»