Internet está plagado de fantasmas y zombies. Lo dice Darío Rojo que ve que la red está inundada de sitios abandonados y proyectos a medio hacer que generan una poética y una estética de la ruina tecnológica: ¿Dónde va lo que muere en Internet?
«Basta iniciar la tarea que a una buena parte de los usuarios de Internet cultiva con plumero en mano, la de ordenar los favoritos –o marcadores– y comprobar la cantidad de páginas que ya no existen, por reubicación o por simple ausencia, y con ello la cantidad de sitios que han desaparecido para toda la eternidad virtual.
El blog, dejando de lado las bondades de las plumas, reflexiones y caterva de confesiones individuales, en lo visual impuso el dominio puro de las plantillas. Soluciones de diseño discretas e uniformes en las que verter la información. Este hecho, que nada tiene de negativo, tiene también su pasado: el de un diseño que estaba dividido en dos grandes clases, la del diseño profesional y las páginas personales, en las que usuarios con mínimos conocimientos de HTML y una gran necesidad de trasmisión habitaban la red con chafalonías creadas por ellos mismos o importadas desde otras páginas o sitios que las proveían gratuitamente. Gif animados, títulos en 3 D, marquesinas, palabras que se movían en la página con torpeza, íconos repetidos para las páginas en construcción, etcétera, eran los involuntarios emblemas de estas construcciones electrónicas.
Aún quedan, aún producen cierta ternura. Aún se diferencian de los sitios oficiales con el candor del orgullo clasista, la mayoría enclavadas sin actualización desde tiempos inmemoriales. Páginas del Renacimiento, de la Baja Edad Media, de la incipiente Revolución Industrial, páginas que han sobrevivido guerras y que aguardan nuevas.»