Lucas Grosman, sobre la necesidad de garantizar por parte del Estado la libre práctica de la libertad de expresión para tener un modelo verdaderamente democrático: El Estado como guardián del orador disidente.
«Un aspecto no menos importante de la libertad de expresión es que el Estado debe garantizar, ya no absteniéndose de actuar, sino precisamente actuando, la existencia de las condiciones propicias para que dicho debate florezca y se desarrolle. Esto significa que el Estado, entre muchas otras cosas, debe hacer lo posible por evitar que algunos individuos acallen a otros.
El debate robusto sobre cuestiones de alta sensibilidad no siempre será ordenado y decoroso. Sería un error pretender que así fuera. De hecho, es necesario que los oradores —en sentido amplio— gocen de cierto margen para expresarse sin atenerse estrictamente a normas de etiqueta o buen gusto, pues de lo contrario corremos el riesgo de que el debate, de tan decoroso, se termine enfriando. »