Noel Ceballos hace una curiosa (y macabra) disertación sobre la figura de la mujer muerta —exactamente eso, el cadáver femenino— en la ficción. La mató porque era suya.
«La autora habla de la figura de la mujer muerta como una de las más subyugantes formas de representación del Mal que ha generado nuestra cultura: no en vano, en código Hays prohibía explícitamente (en el apartado 3 de la sección de temas reprobables) “toda alusión a la cúpula de un hombre y un cadáver”. Aún hay más: “Si se muestra a una muerta, evitar darle un aire seductor”. Pedraza liga estas extrañas referencias a la necrofilia por parte de los censores con la obsesión que tenían algunos maestros de lo macabro por la imagen de la mujer muerta y, pese a ello (o por ello), atractiva. En Los sucesos nocturnos en el barranco del muerto, Ambrose Bierce afirma que “el objeto más atractivo del mundo es el que instintivamente cubrimos con un paño. Cuando se hace incluso más atractivo, fascinante, echamos siete pies de tierra sobre él”. Uno no puede evitar pensar en la fascinación que produciría en Edgar Allan Poe la imagen de Enrique VIII con el corazón arrancado de su (involuntaria) femme fatale.»