Julieta Lionetti ensaya sobre las propuestas vanguardistas de principios del siglo XX, su ansia por la velocidad y el odio por el libro como aparato, junto con las propuestas de creacion de Máquinas de leer.
«A comienzos del decenio de 1920, el futurismo estaba más o menos olvidado, hasta por Marinetti, que dirigió sus energías hacia el fascismo. El vorticismo, por su parte, pasó más o menos inadvertido en su momento, tal vez porque entró en escena justo antes la Gran Guerra. Brzeska murió muy joven en las trincheras de Verdún; Whindam Lewis renegó del nombre en los años 40 y Pound lo protegió de la atención pública como su talismán secreto. Después de todo, tal y como él deseaba, nadie había entendido dónde estaba el vórtice; aunque él, porque gran poeta, logró lo que Marinetti apenas enunció en su manifiesto: la abolición del hombre en la literatura. Apollinaire, que no pertenecía a ninguno de los dos movimientos, fue víctima de la entonces llamada Gripe Española, que no es otra que la gripe porcina contra la cual quieren vacunarnos hoy.
De todos ellos fue amigo o admirador, o ambas cosas a la vez, Bob Brown, el abuelo de las máquinas de leer.»