Las múltiples facciones islamistas radicales en Somalia están divididas, y Rashid Abdi y Ernst Jan Hogendoorn piensan que es el momento de utilizar la diplomacia para atraerlas hacia un acuerdo político que pacifique el país. Cisma en la insurgencia somalí.
«Además de eso, el Gobierno necesita ampliar sus miras más allá de la tradicional “alianza de los moderados” e incluir a los grupos menos radicales de la insurgencia que están desilusionados con el extremismo creciente de Al Shabab y son más sensibles a llegar a algún tipo de acuerdo político. Actualmente, Al Shabab es un movimiento muy dividido. Un reducido grupo yihadista extranjero, apoyado por un puñado de líderes locales, como Ahmed Godane (Abu Zubeyr), Fuad Khalaf (Shongole) e Ibrahim Haji Jama (Zeyli’i), lleva desde principios de 2009 realizando intentos desesperados de alejar al grupo insurgente de sus objetivos originales. Lo que una vez fue un movimiento islamista somalí con raíces nacionalistas y estimulado, en gran parte, por ambiciones locales, ha sido secuestrado y transformado en una filial de Al Qaeda, comprometida con el concepto de yihad global y permanente. Muchos guerrilleros locales, reacios a perder apoyo entre la población, se resisten a aceptar esta dirección. Algunos de ellos han abandonado ya el movimiento y muchos otros esperan el momento oportuno para saltar del barco.
El Gobierno debería llegar hasta estos yihadistas desencantados. Es cierto que crear una “gran coalición” con los disidentes de Al Shabab será una tarea muy delicada y mantenerla, aún más difícil; sin embargo, con un poco de voluntad y determinación somalí, acompañadas del consenso y el apoyo internacional, podría ser concebible. De hecho, este puede ser el acto supremo de sacrificio colectivo que demandan patriotas somalíes de todas las clases e ideologías, para librar al país de la amenaza yihadista extranjera de una vez por todas.»