Jose A. Pérez habla de las dichosas pulseritas mágicas y de lo que escribe creo que se puede sacar una conclusión desesperanzadora: ¿tan idiotas nos hemos vuelto que tenemos que sacar estudios demostrando que algo así no funciona? Dios en la muñeca.
«Durante las últimas semanas he preguntado a los portapulseritas de mi entorno el motivo para lucir semejante timo. La respuesta ha coincidido en la mayoría de los casos: “bueno, nunca se sabe, a lo mejor funciona”. Y cada vez que oigo eso me imagino a un enfermo terminal que acepta, desesperado, el último tratamiento experimental. ¿Qué tengo que perder? Después de todo, ya estoy muerto. Se trata, por tanto, de un acto de fe; la misma sensación imprecisa que a otros les lleva a aceptar la vida como un valle de lágrimas diseñado por no se sabe qué poder supremo.»