¿Por qué leer poesía, por qué enseñarla en las escuelas, por qué insistir en ella? Paloma Sánchez Ibarzábal intenta responder en parte a estas preguntas, ante un género que siempre está al borde de la evaporación. ¿Leer poesía?.
«En primer lugar, porque a la poesía difícilmente puede encontrársele justificación frente a esas exigencias utilitarias que se nos imponen desde el sistema educativo, más interesado en dirigir que en motivar hacia la búsqueda del propio camino. Sí, la poesía asusta al educador porque su lectura no tiene una practicidad definida dentro de la escuela. No nos muestra modelos de comportamiento, diáfanos y asumibles que puedan ser fácilmente explicados y aplicados al alumno. No induce, ni aconseja, ni enseña concepto alguno. No propicia ni facilita el abordaje de problemas de actualidad. Por lo que, según las expectativas del sistema vigente, no sirve, digámoslo claro, para nada.
“¿Para qué sirve la poesía?” Le preguntaron a Borges. “La rosa es sin porqué”, contestó él, parafraseando al místico Angelus Silesius. Es decir, no necesita justificar su existencia con ningún “para…” que le dé sentido: se justifica a sí misma por el hecho de ser, sin más.
Pero, ¿será esta sencilla, inteligente y, por supuesto, provocadora respuesta lo suficientemente convincente para el educador? Y siendo así, ¿cómo debería plantearse desde la escuela el contacto del niño con la poesía?»