Explica con mucha claridad —no se si con mucho tino, aunque parece bastante coherente— Manuel Castells qué hay de cierto y qué no en el alarmismo que pone a España tras los pasos de Grecia: La crisis siempre llama dos veces.
«La deuda pública española (un 53% del PIB) es menor que la de la mayoría de los socios europeos, incluida Alemania, y está muy por debajo de la de Grecia (115%). Pero los ojeadores financieros miran otros dos datos. Uno: la proporción de activos en manos de inversores extranjeros (un 75% del PIB) es la segunda más alta, al nivel de Grecia. Una retirada de confianza del mercado de capitales tendría consecuencias mucho más graves que en Alemania, Francia o Italia, donde los inversores nacionales son los principales poseedores de títulos de deuda pública y por tanto interesados en mantener el valor del país. Aun así, para que los inversores extranjeros se arriesguen a perder parte de su inversión vendiendo títulos españoles tendrían que tener una razón poderosa: perder más aún si esperan. Y aquí interviene el segundo factor: la fragilidad de la estructura productiva española revelada por la mayor tasa de paro de la OCDE. El Gobierno tiene razón aduciendo la solidez del sistema financiero español (aunque eso depende de que se acelere la reestructuración de las cajas y se haga adecuadamente – aquí confío en Isidre Fainé-)y unas cuentas en orden supervisadas por un fiable Banco de España.Pero si se dilata el retorno al crecimiento con empleo, la solvencia del sector público se reducirá, a menos de que haya una subida importante de impuestos, junto con un recorte aún más drástico del gasto, con las consabidas consecuencias sociales y políticas.»