Cuando se cumple el trigésimo aniversario de la muerte del mariscal Tito, Ramón Lobo recuerda su singular personalidad, que transmitió a una nación imposible como Yugoslavia, que sin embargo logró sobrevivir bajo su mandato. Comunismo, oportunistas, guerras y Tito.
«Muy interesante la serie de Martin Bell en la BBC y, sobre todo, las declaraciones que recoge de Raif Dizdaravic, ex partisano con Tito y ex ministro de Exteriores yugoslavo, quien culpa del desastre a la Constitución de 1974 y la falta de una reforma económica. A la crisis le siguió el nacionalismo y el oportunismo. Recuerdo en Kosovo en 2008, poco antes de su independencia, la historia del psiquiátrico de Shtime, al sur de Pristina, lo único físico que quedaba de aquel sueño panyugoslavo: un barco a la deriva cargado de personas olvidadas.
Treinta años después del fallecimiento del mariscal Tito, su figura en los Balcanes se ha reducido a unos debates entre historiadores, una moderada titomanía en Sarajevo, símbolo de aquella unidad plurinacional y víctima de ese cuento, una página en Facebook titulada Por qué 30 años después de la muerte de Tito, Yugoslavia sigue viviendo en nosotros y un aumento significativo de las visitas turísticas a La Casa de las Flores, en Belgrado, donde está enterrado.»