Artículo duro, sardónico, de
Marcos Roitman Rosenmann sobre la cumbre iberoamericana. “Ebrios de poder se dejan llevar por la mano invisible del mercado que les depara un orden espontáneo basado en el lema de que vicios privados hacen virtudes públicas. Libertad para explotar y empobrecer el ambiente, así como para disponer de una mano de obra barata, ese es el objetivo a cumplir. Sólo de esta manera se comprende la algarabía que produce en empresarios y banqueros la celebración de las cumbres. Es buen momento para imponer sus propuestas a políticos tecnócratas ávidos de protagonismo mediático.”
Gobernantes al borde de un ataque de nervios.
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Y también hace falta apuntar esto: “No olvidemos que fue España la partera del proyecto. Su nacimiento fue entendido como acto de afirmación imperial de una España fatua que celebrara el quinto centenario de la Conquista y del etnocidio de América. Con un planteamiento grandilocuente y recuperando la idea franquista de una sociedad iberoamericana de naciones, maquilló su proyecto y lo modernizó hasta convertirlo en un evento legitimador de una España monárquica, cuyo principio de ordenación democrática se trasladaba al continente latinoamericano con la esperanza de recuperar su influencia perdida. Proyectada por sus dirigentes posdictadura como modelo de democracia, de pactos, de gobernabilidad, vende esta imagen en la región. La realidad es otra bien diferente. Tras una capa de modernidad emerge una España profunda, donde el caciquismo y las tradiciones autoritarias son demostración de una cultura provinciana anclada en los valores del franquismo sociológico que subsisten en las figuras de los presidentes de gobierno que han participado en las cumbres iberoamericanas, pero que se extiende a la mayoría de los presidentes latinoamericanos que frívolamente asientan y bailan al son que marcan la España y el Portugal comunitarios. Unicos interesados en preservar las cumbres para beneficio propio. Tal vez pronto tendremos que cantar un réquiem por ellas.”