En Reescribir la postmodernidad Gustavo Faverón Patriau lanza varias preguntas, todas relacionadas con la relación (¿deuda?) entre los postmodernos y algunos escritores latinoamericanos como Vallejo y, sobre todo, Borges.
«Pero, veamos: la fábula borgeana del país y el mapa perfecto que es tan grande como el país mismo es clave en Baudrillard. Sobre la misma imagen regresa Lyotard y además elabora la noción del duelo entre el otro y el mismo con ejemplos de “Los teólogos” y otras narraciones de Borges.
Quien la haya leído nunca olvida la crucial referencia a las taxonomías arbitrarias del emperador chino en el tratado de Foucault, ni que Foucault la toma de Borges. Más crucial incluso es el homenaje de Derrida al argentino en su célebre “La farmacia de Platón”: para Derrida el Borges de los universos criptogramáticos es un alma gemela y un fundamental antecedente.
Incluso cuando Paul de Man se refirió a Borges como “un maestro moderno”, lo hizo colocándolo de puente entre la modernidad y la postmodernidad, como un pasaje necesario y un faro bajo cuyo resplandor la postmodernidad se iba escribiendo. De Man, después de todo, quizo caracterizar a Borges, básicamente, desligándolo de la vocación moralista que el crítico ve como elemental en la novela moderna (los ejemplos que menciona: Kafka y los existencialistas franceses).»