En Pedro Páramo, 55 años Guillermo Samperio perfila la figura de Juan Rulfo, del que dice suponer para las letras americanas lo que Cervantes para las españolas.
«Si bien Cervantes logra la develación satírica de su momento (literario e histórico) y nos presenta al buen y atolondrado conquistador, hace oblicua la relación lector-texto; de cualquier manera su base de credibilidad, de verosimilitud, la establece al introducir historias y anécdotas de la gente del pueblo. Sancho es la terrenalidad, el personaje protagónico que crea complicidad con el lector. Don Quijote representa la imposibilidad del lector en tanto que los sueños fantásticos del Hidalgo de la Mancha echan por tierra los sueños de conquista, colonialismo, de los cruzados, y la sensiblería narrativa dominante en el imaginario europeo. Por su parte, Pedro Páramo rompe con la tradición realista, criollista, con la relación directa entre significante y significado, y le propone al lector un desciframiento de un magma literario extraño, acentuando la presencia de la oscuridad, lo sobrenatural, lo fantástico y, por consecuencia, el lado de la muerte.
En Pedro Páramo la totalidad no es nunca sistematizable más que a un nivel abstracto: la novela aparece como algo que deviene, como un proceso permanente: un ayer eterno. Es un juego, un cambio constante, un movimiento hacia un fin jamás alcanzado, una aspiración hacia una finalidad defraudada, o dicho en palabras actuales: una transformación. Esta mutación de la estructura hace que la novela se convierta en el propio discurso del tiempo y de ahí la sensación de que el relato es demasiado extenso aunque el texto de la novela sea más bien breve.»