Se publica un libro sobre Claudio Rodríguez y Carmen Moreno dialoga con los responsables de la edición, Philip W. Silver, Luis Muñoz y Carlos Marzal, en torno al propio libro y la obra del poeta. Un diálogo a próposito de Claudio Rodríguez.
«En este caso entiendo que es necesario, pero cuando se publican algunas cartas de Vallejo y vemos la necesidad del hombre, lo paupérrimo de su situación, ¿es necesario para entender su obra?
L.M.: Yo soy un apasionado de los epistolarios porque creo que la carta es un género en sí mismo. Y cuando un escritor escribe una carta sabe que está en otro género y se adapta a él. Por otra parte porque, cuando lees un epistolario, ves que cuenta una historia. Las secuencias se van hilando y también es una fuente de información riquísima. Conociendo la coquetería de las cartas, sabiendo lo que pueden contener de verdad éstas, son una fuente de información riquísima y muy palpitante, tocas al ser humano. Establece por medio de la palabra una comunicación directa con alguien para decirle algo concreto.
P.S.: Claro, las cartas que yo introduzco de Claudio son de amigo. Cuando se publiquen las cartas de Claudio y Aleixandre, veremos que tienen otra riqueza, que son otra cosa.
L.M.: El colmo de ese gran proyecto de cartas es el libro de Juan Ramón Jiménez que nunca vio la luz: Monumento de amor. Iban a estar en ese libro todas las cartas con Zenobia, todas aquellas cartas de amor, dándole a esas misivas el mismo valor que a sus poemas.
C.M.: Sí, iban a ir en ese proyecto: “Cartas escritas”, “cartas escritas, pero no enviadas”, “cartas que debería haber escrito, pero no escribí”.
L.M.: Por cierto, hay un ejemplo muy interesante de correspondencia entre Cernuda y Silver… Hay un momento de temperamento. Un interés sobre un joven hispanista que está trabajando sobre su obra y que, en un momento dado, le parece que ha trabajado más de la cuenta en la búsqueda y rescate de poemas antiguos y se enfada.»