John Wayne era mi ídolo. Veía todas sus películas y después salía a la calle armado de pistolas y caminaba con ese andar chulesco y acaballado del actor y mataba a un sinfín de enemigos imaginarios. Con el tiempo fui sabiendo cosas sobre la persona que no me gustaban, pero me sigue imponiendo su presencia en la pantalla. En
Otra vez John Wayne José Pablo Feymann apunta dos cosas interesantes: que hoy admitimos en el cine películas que en los sesenta eran abucheadas y que el espíritu John Wayne sigue activo, en los hechos y en la publicidad de los hechos.