Vicente Romero (¿nos?) recuerda que en Argentina los asesinos de la dictadura militar están siendo juzgados y pasando en la cárcel los últimos años de sus vidas, soportando La mirada de los muertos.
«El último condenado de alto rango ha sido el expresidente de facto (un eufemismo político argentino) Reynaldo Bignone. El fue quien, descompuesta la dictadura castrense tras la derrota en la guerra/aventura de las Malvinas, se vio obligado a convocar elecciones y acabó entregando el poder al radical Raúl Alfonsín… no sin antes haber ordenado la destrucción de los archivos militares para eliminar las pruebas del terrorismo de estado. Ahora ha sido castigado con 25 años de cárcel como coautor de medio centenar de delitos de privación de libertad y torturas cometidos en 1977. Es decir, por algunos de sus crímenes, cometidos cuando era jefe del comando de Institutos Militares, del que dependían cuatro centros secretos de detención en Campo de Mayo, por cuyas dependencias pasaron unos cinco mil prisioneros.
El anciano general Bignone duerme ya tras los barrotes de una cárcel común. No merece piedad. Porque no ha mostrado arrepentimiento, ni ha pedido perdón ni —lo que es aún peor— ha querido facilitar información alguna sobre la suerte que corrieron sus víctimas.»